Hay algo que pocas veces se dice en voz alta, pero que, en el fondo, sabemos: crecer duele. Es incómodo, desafiante y, muchas veces, nos enfrenta a situaciones que preferiríamos evitar. Pero, ¿te quedarías en un lugar pequeño solo para no sentir esa incomodidad? ¿O vale la pena atravesarla para llegar a un nuevo nivel de desarrollo?
Imaginemos por un momento la idea de prohibirle a un niño aprender a caminar para evitar las inevitables caídas. O sugerirle que no crezca para no tener que cambiar de ropa. Sería absurdo, ¿verdad? No obstante, cuando nos enfrentamos a nuestros propios desafíos de crecimiento, ya sea en el ámbito personal o profesional, a menudo nos resistimos a ese dolor natural del proceso. Nos aferramos a lo conocido, temerosos de lo desconocido.
En el mundo de los negocios, este crecimiento se manifiesta de diversas formas y nos enfrenta a desafíos emocionales constantes. Subir nuestros precios y ofrecer servicios más exclusivos puede despertar el miedo a perder clientes o a no ser valorados. ¿Quién no ha sentido ese escalofrío ante la idea de un posible rechazo? Decidir dejar ir a colaboradores que ya no encajan en la nueva etapa de nuestro negocio puede generar culpa y temor al conflicto. Plantear propuestas más alineadas con nuestro valor y enfrentar la negativa de otros puede sembrar dudas sobre nuestras propias capacidades. Sin embargo, todas estas situaciones son peldaños necesarios en el camino hacia un negocio más sólido, auténtico y alineado con nuestra visión.
Como dijo el renombrado empresario Richard Branson, fundador de Virgin Group: “No tengas miedo de fallar. Ten miedo de no intentarlo”. Estas palabras resuenan con fuerza en el contexto del crecimiento de un negocio. El fracaso, aunque doloroso, es a menudo un maestro valioso que nos impulsa a aprender, adaptarnos y mejorar.
Cada avance en el liderazgo trae consigo nuevas decisiones difíciles: establecer límites más claros, gestionar la incertidumbre de cambiar de público, decir no a oportunidades que ya no nos suman y sostenernos emocionalmente cuando los resultados no son inmediatos. Estas situaciones pueden generar ansiedad, inseguridad o frustración, pero también nos permiten fortalecer nuestra confianza, claridad y resiliencia.
Sheryl Sandberg, ex COO de Facebook, expresó: “El crecimiento es el gran ecualizador”. Esta frase nos recuerda que el crecimiento personal y profesional es un viaje que todos compartimos, independientemente de nuestra posición o industria. Todos enfrentamos obstáculos, dudas y miedos en el camino. El hecho de que sean en distintas escalas o contextos no los hace menos complejos.
El verdadero desafío no es evitar el dolor del crecimiento, sino aprender a atravesarlo con inteligencia emocional y determinación. ¿Cómo podemos gestionar este proceso de manera efectiva? En primer lugar, es clave reconocer y aceptar nuestras emociones sin juzgarlas. Permitite sentir el miedo, la frustración o la incertidumbre, pero no dejes que te paralicen. Luego, buscá apoyo en tu red de contactos, mentores o colegas. Compartir tus desafíos y escuchar las experiencias de otros puede brindarte perspectiva y aliento.
Finalmente, aceptar que el crecimiento siempre trae consigo un grado de incomodidad, pero que al otro lado de esa incomodidad está la evolución que buscamos, es lo que te permitirá tomar decisiones para hacerlo con claridad y confianza, más allá de la natural incertidumbre.
Crecer es incómodo, pero la alternativa es estancarnos. Y eso, ¿es realmente una opción?
Recuerda constantemente tus objetivos y la visión que tienes para tu negocio. Tomar decisiones desde una perspectiva de futuro, en lugar de dejarse llevar por el miedo inmediato, te ayudará a mantener el rumbo. Finalmente, acepta que el crecimiento siempre conlleva un grado de incomodidad. Como dijo el famoso autor y orador Tony Robbins, “El progreso es la felicidad”. Abraza la incomodidad como una señal de que estás avanzando y evolucionando.
Crecer es incómodo, sí, pero la alternativa es estancarnos. Y eso, ¿es realmente una opción viable? ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestro potencial y nuestros sueños por evitar un poco de dolor? La respuesta, para aquellos que aspiran a la grandeza, es un rotundo no. El crecimiento duele, pero la recompensa de la evolución y el éxito bien vale la pena.



