Planificación flexible: el camino del medio entre la rigidez y la improvisación

Si sentís que fue tu creatividad la que te llevó a tus mayores logros, puede ser que la idea de planificar se parezca a vestir un corset. 

Pero, en la gestión diaria de un negocio, la improvisación puede afectar (y mucho) los resultados, por no hablar del estrés que genera la falta de previsibilidad.

 

Cuando todo se “resuelve sobre la marcha”

Improvisar puede sonar ágil, incluso creativo. Pero cuando se convierte en hábito, lo que en realidad genera es desgaste y caos.

El famoso “vamos viendo” suele terminar en dueños de negocios que apagan incendios todos los días y, muchas veces, terminan quemados. 

El resultado: pérdida de foco, proyectos pospuestos y muy poco avance en relación al esfuerzo.

Improvisar continuamente nos deja sin criterios claros para priorizar y sin tiempo para pensar.

Las decisiones se vuelven reactivas, y lo urgente siempre le gana a lo importante.

 

Cuando planificar se vuelve una jaula.

En la vereda de enfrente está el exceso de planificación.

Esa búsqueda de control absoluto que termina paralizando.

A veces planificamos tanto que, cuando las condiciones cambian —un cliente que se cae, un proveedor que retrasa, una tendencia que cambia—, el plan queda obsoleto y cuesta soltarlo. Nos volvemos lentos, pesados.

Lo que se pierde en estos casos no es solo tiempo, sino también capacidad de adaptación y confianza en el propio criterio.

 

La clave está en la planificación flexible

Planificar de manera flexible no es tener todo escrito en piedra, sino diseñar un mapa con espacio para ajustar el recorrido. Significa:

  • Definir objetivos concretos, pero revisar el camino cada semana o cada mes.
  • Tener un orden de prioridades claro, pero permitirte reacomodarlo si surgen oportunidades.
  • Asumir que no todo se cumplirá exactamente como lo imaginaste, pero que tener dirección te evita perder energía en lo irrelevante.

Con los clientes que acompaño trabajamos en diseñar acciones que nos lleven en una dirección clara

Esto permite maniobrar ante los cambios porque la planificación flexible se traduce en más foco, menos desgaste y decisiones más consistentes.

Tres recomendaciones para lograrlo

  1. Pensar a largo plazo pero planificá por ciclos cortos: trabajá con horizontes trimestrales o mensuales. Son más fáciles de ajustar y te permiten mantener la agilidad.
  1. Dejá márgenes de maniobra o “colchones para imprevistos”. No llenes tu agenda ni tu presupuesto al 100%. Un 20% de espacio libre es el mejor aliado frente a lo inesperado.
  1. Convertí la revisión en hábito. No podés ajustar lo que ignorás.  Una hora semanal para evaluar avances, obstáculos y decisiones pendientes puede ahorrarte decenas de horas de corrección más adelante.

 

No olvides:

La planificación flexible no te ata: te libera.

Te da estructura sin quitarte adaptabilidad.

Te permite anticiparse sin perder la espontaneidad.

Y, sobre todo, te ayuda a decidir con claridad con base en tus prioridades, en lugar de reaccionar con urgencia.

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