Durante años creí que “ser multitasking” era una de mis habilidades más valiosas. Sentía que mi día progresaba porque era capaz de escuchar lo que otros hablaban en una llamada mientras respondía mails o chats. Levantaba el teléfono mil veces mientras revisaba liquidaciones y todo el mundo parecía feliz con el resultado. En muchos casos abusé de mi buena memoria o de mi capacidad de “dibujar” la situación cuando se suponía que había escuchado algo y quizás no lo había escuchado al 100%. Las consecuencias no deseadas, y en ese momento tampoco registradas por mí, tenían que ver con el estrés y el desgaste adicional que me generaba “saltar” de una tarea a la otra.
Todavía escucho a muchas personas hablar con orgullo de su habilidad de hacer varias cosas al mismo tiempo. Sin embargo, ahora que cuento con más información, me permito ponerlo en duda.
El concepto de “multitasking” tiene un origen etimológico en la capacidad de las computadoras de operar varios programas a la vez. Y, según Wilipedia, “es una aparente capacidad humana para realizar más de una tarea o actividad al mismo tiempo”. Es decir, que los seres humanos, en algún momento, creímos que podíamos ser tan eficientes como las computadoras a la hora de hacer funcionar varias cosas simultáneamente.
Mientras escribo esto, reflexiono sobre cuántas veces en las últimas semanas tuve que reiniciar mi computadora porque la cantidad de ventanas y procesos corriendo al mismo tiempo la hacían más lenta. Y ni pensar en las computadoras de hace diez o veinte años atrás, con procesadores mucho menos eficientes. Entonces, si ni siquiera las máquinas pueden hacerlo todo el tiempo eficientemente y a veces “se tildan” y necesitan reiniciarse, ¿qué nos hace ser tan prepotentes a los humanos como para pensar que nosotros podemos hacerlo bien?
La multitarea, por definición disminuye nuestra atención en lo que estamos haciendo al dividirla. Estamos escuchando una cosa y escribiendo sobre otra, por ejemplo. Por algo está comprobado el riesgo de responder mensajes mientras manejamos un auto. No soy una especialista en neurociencias pero, simplemente desde la intuición, podemos decir que nuestro cerebro no va a procesar tan bien, que nuestros reflejos no van a reaccionar tan rápido, o que nuestros resultados no van a ser tan buenos, si solo prestamos un porcentaje de nuestra atención a lo que estamos haciendo.
Por otra parte, así como en la pantalla de nuestra computadora pasamos de una ventana a otra, nuestro cerebro pasa de una tarea a otra y lo que parecen apenas segundos entre una actividad y otra, lleva bastante más en lograr la máxima eficiencia, es decir, la que lograría si no hubiera interrumpido el proceso. La aparente eficiencia de hacer varias cosas, en realidad, nos hace tardar más y lograr menos.
Hace unos días escuchaba un episodio del podcast “Cómo fabricar tiempo”, que Martina Rua y Pablo Martín Fernandez hacen para el diario La Nación, en el que hablaban de los beneficios de la concentración para poder vencer la ansiedad evitando distracciones. Mencionan algunas ideas relevantes del libro “Hyperfocus”, de Chris Bailey, y entre todas ellas me llamó la atención el hecho de que cuando hacemos más de una tarea al mismo tiempo, nuestro trabajo nos lleva un 50% más de tiempo. Porque, en realidad, no hacemos más de una tarea, sino que nuestro cerebro salta de una a la otra.
Ya en octubre de 2003 -sí, hace dieciocho años- el profesor T. Simons, en su informe “Presentations”, publicado en Minneapolis explicó que el multitasking “Puede causar pérdida transitoria de la memoria, hipertensión, reflejos más lentos, insomnio, fatiga mental y desmejoras en la capacidad de formular juicios, especialmente cuando se conduce un vehículo”. Nuestro cerebro y todo nuestro sistema piden una vida más monotasking.
Desde principios de 2020, con el surgimiento de la pandemia de COVID 19 y el cambio que ocasionó en nuestras tareas cotidianas, nuestra dedicación a múltiples tareas creció exponencialmente. Nos encontramos respondiendo mails mientras preparamos la comida, recibiendo el delivery en medio de una reunión, entre muchos más casos. Algunos de estos fueron y seguirán siendo inevitables. Pero el desafío es ser más conscientes de esta situación para poder controlar los casos que sí podemos.
Una herramienta para poder hacerlo que ha ganado gran popularidad en los últimos tiempos es el “Mindfulness” , o atención plena. ¿En qué consiste? En poner nuestra mente en concentración absoluta en una sola cosa o actividad. Como beneficios tiene, principalmente, controlar la ansiedad, ayudar a la concentración y mejorar la memoria. ¿No te suena a algo que mejoraría nuestra performance?
Algunas ideas para desintoxicarte del “multitasking” y empezar a disfrutar de las ventajas del mono tasking:
- Armá bloques de tareas similares: responder mails, hacer llamadas, trámites online, todo en un determinado momento del día. De ese modo, esas tareas breves sobre las que podemos tener la falsa idea de que no nos sacan mucho tiempo, tienen su momento asignado y no crean interrupciones.
- Desactivá las notificaciones. Puede aplicar para mails, chats, redes sociales, y todo lo que te llame la atención mientras estás haciendo otra cosa. Si le asignas un momento, como te planteaba en el punto anterior, podés revisarlo y responder sin que sean interrupción.
- Aplicá técnicas de gestión de tiempo como la “Pomodoro”, que nos invita a concentrarnos sin interrupciones durante 25 minutos para después tomarnos un recreo de cinco.
Si todavía sentís que estás en modo “multitasking” te invito a pasarte de a poco al monotasking. Como siempre te recomiendo, empezá de a poco. Proponete media hora de atención plena, concentrate en una tarea, y día a día andá aumentando el desafío. Registrá como te sentís, si la ansiedad va bajando, si lográs terminar antes y mejor lo que estabas haciendo. Espero que pronto podamos ser muchos los que disfrutamos de recordar que somos humanos y funcionamos mejor haciendo una cosa a la vez.



