Los procesos de coaching tienen como gran herramienta lo que se conoce como “preguntas poderosas”. Estas son utilizadas por el o la coach para desafiar creencias y juicios del coachee. A medida que escucha el relato de su cliente, va realizando preguntas que pueden generar reflexiones y abrir posibilidades a nuevas miradas y acciones.
De entre todas las preguntas, la que creo que más ayuda a orientar el cambio y las acciones es “¿para qué?”. La importancia de esta pregunta radica en que nos hace protagonistas de nuestras decisiones. Ante cualquier paso por dar podemos preguntarnos “¿para qué lo voy a hacer?”, y si aparece una justificación ambigua, podemos seguir insistiendo: ¿para qué?, hasta que la respuesta nos deje frente a la elección de avanzar o no.
Descubrí también, que la respuesta a esta pregunta muchas veces nos ayuda a evitar las trampas que nos pone el ego. Por ejemplo, cuando la excusa de mi falta de conocimientos de diseño posterga una presentación, la pregunta “¿para qué la quiero hacer? vuelve a poner el foco sobre el beneficiario de la capacitación y menos en mi ego y expectativas sobre su formato.
Cuando hablamos de gestionar el tiempo, la pregunta “para qué” cobra una gran relevancia. ¿Somos absolutamente conscientes de para qué hacemos todo lo que hacemos? ¿A quién sirve? Es importante chequearlo y volverlo a chequear cada cierto tiempo. Quedarnos anclados a las costumbres y en formas de hacer las cosas que se sostienen en el tiempo y a veces pierden su sentido simplemente porque nadie vuelve a preguntarse ¿para qué lo hacemos?
El principio de Pareto, tantas veces usado para las estrategias de negocio, explica que solo un 20% de nuestras acciones impactan en el 80% de nuestros resultados. ¿Tiene sentido entonces el 80% restante? Cada una de las acciones incluidas en este último grupo deberían pasar por el filtro del “para qué”. Algunas de ellas serán cuestiones burocráticas que podremos cuestionar pero no siempre eludir, pero muchas otras pueden eliminarse o delegarse.
Cuando perdemos de vista el “¿para qué? corremos el riesgo de encontrarnos realizando tareas que no debemos hacer, teniendo conversaciones que no deberíamos tener y alejando nuestro foco de nuestros principales objetivos.
Espero que al terminar de leer esta nota, encuentres una buena respuesta a “para qué” llegaste hasta acá.