En la última capacitación que facilité, trabajé con un equipo de más de 25 líderes en el desarrollo de habilidades de gestión emocional.
Una de las actividades proponía reconocer las emociones más frecuentes en el trabajo y me sorprendió escuchar, entre la mayoría de las respuestas, reconocer que se trataba del miedo.
Pero, ¿qué es el miedo?
Norberto Levy, en su libro La Sabiduría de las Emociones, define al miedo como “la desproporción entre amenaza y recursos”. Es la sensación de angustia ante la percepción de una amenaza.
El miedo es una emoción sabia porque nos advierte del peligro, lo cuál es necesario para la supervivencia. Pero la mayoría de las situaciones no son en sí mismas una amenaza, sino que lo que define la amenaza es la relación con los recursos disponibles para enfrentarlas. Por ejemplo, el mar o un río no representan la misma amenaza para un nadador profesional que para una persona que no sabe nadar.
Podemos ver que el miedo es una emoción muy útil. Ante una amenaza “real”, es decir, que no puedo enfrentar con mis recursos actuales, es perfectamente saludable sentir miedo. Si hay fuego, puedo alejarme, si hay una situación de violencia, puede alertarme para ponerme a salvo.
El problema no es el miedo como una emoción natural. El problema es la connotación negativa del miedo cuando es asociado con cobardía o debilidad.
Si hablamos de los temores que se presentan en nuestro contexto profesional o laboral, lejos de ser un signo de debilidad, reconocerlos y gestionarlos es fundamental para nuestro desarrollo.
Sentir miedo ante la incertidumbre y lo desconocido es natural, porque no sabemos si nuestros recursos actuales nos permitirá hacer frente a las situaciones que se pueden presentar.
Por eso, a continuación, te presento algunos de los miedos más comunes que enfrentan los líderes y algunas ideas prácticas para gestionarlos eficazmente.
- Miedo a no alcanzar las expectativas
Las expectativas, tanto autoimpuestas como las de otros, pueden ser una fuente constante de presión. Este miedo puede paralizar la capacidad de tomar decisiones y actuar con confianza.
Es muy común que se presente cuando cambiamos a una posición nueva o a una empresa nueva. Se presenta la duda de no saber a ciencia cierta qué se espera de nosotros o de que, aun sabiéndolo, no sepamos o podamos lograrlo.
¿Qué podemos hacer?
- Chequear las expectativas: este es el primer y obvio paso. Sobre todo, es importante entender qué implica cada cosa y no asumir nada. A veces, creemos que se espera todavía mucho más de nosotros que lo que se espera en realidad.
- Establecer metas realistas: aunque las establezca otra persona para vos. Revisalas y si no son razonables, ajustalas. Una vez que estén claras, podés dividir los objetivos en metas más pequeñas y alcanzables para reducir la sensación de estar abrumado.
- Feedback constructivo: crear un ambiente en el que se valore el feedback constructivo permite ajustes continuos y la mejora constante. Pedir feedback y darlo asegura que las expectativas y la performance se vayan alineando de forma más fluida.
- Miedo a equivocarse
El temor a cometer errores puede inhibir la innovación y la toma de riesgos necesarios para el crecimiento. Por supuesto que, a mayor responsabilidad, más serias pueden ser las consecuencias de los errores, pero es importante recordar que quienes confiaron en nosotros para desempeñarnos en este rol no lo hicieron porque nos crean infalibles sino porque confían en nuestra capacidad de resolución.
¿Cómo gestionarlo?
- Promover una cultura de aprendizaje: ver el error como una oportunidad de aprendizaje genera un ambiente seguro para la innovación y habilita la posibilidad de asumir riesgos controlados.
- Planificación y preparación:prepararse para diversas contingencias puede reducir la ansiedad asociada con la incertidumbre.
- Aceptar la imperfección: Reconocer que la perfección es inalcanzable y que el progreso es más valioso que la perfección misma.
- Comunicar oportunamente: al detectar un error, es clave que todas las personas a quienes afecta estén enteradas para poder tomar acciones correctivas oportunas.
- Miedo al cambio
El cambio es inevitable en general, pero en el entorno de negocios actual, aún más. No obstante su naturaleza, es también una fuente significativa de estrés y ansiedad. Por ejemplo, ante cambios en la cúpula de una empresa, los colaboradores, empezando por los gerentes de primera línea se preguntan cómo los afectará este cambio o si habrá algún tipo de reorganización.
Algunas de las estrategias que pueden ayudarnos son:
- Comunicación clara: siempre que sea posible, la comunicación transparente sobre los cambios y sus razones puede reducir la incertidumbre. Eso le baja el volumen al “radio pasillo” y disminuye los rumores y sus efectos negativos.
- Adaptabilidad y flexibilidad: desarrollar habilidades para adaptarse rápidamente a nuevas situaciones y contextos nos ayuda a sentirnos más seguros ante posibles cambios.
- Participación activa: involucrar a los equipos, e involucrarnos activamente, en el proceso de cambio, ayuda a generar un sentido de propiedad y colaboración.
- Miedo a perder el trabajo
Este miedo es especialmente prevalente en tiempos de incertidumbre económica o reorganizaciones internas. Al pasar un tiempo en una organización tendemos a asumir la “seguridad” del trabajo y cuando algo nos recuerda que no hay nada garantizado, el miedo aparece.
¿Cómo gestionarlo?
- Desarrollo profesional continuo: invertir en el propio desarrollo y adquisición de nuevas habilidades puede aumentar la empleabilidad. Cuanto más sólidos nos sintamos profesionalmente, menos temor tendremos respecto a la posibilidad de volver al mercado laboral.
- Networking: mantener y expandir una red profesional sólida ofrece oportunidades y respaldo.
- Resiliencia: cultivar la resiliencia para enfrentar la adversidad con una mentalidad positiva y proactiva.
El miedo, como vimos, es una emoción inherente al ser humano y, como en todos los casos, no se trata de negarla o de tratar de salir de ella sin hacer nada al respecto. Se trata de gestionarla y avanzar, a pesar del miedo.
Reconocer los miedos no es un signo de debilidad, sino una demostración de valentía y sabiduría. Al adoptar estas estrategias, podemos transformar el miedo en una herramienta poderosa para la innovación y el progreso.